20 de noviembre de 2016

Izquierdismo: ¿Cuál es el Problema? (3ª parte)



Más dificultades

Existen, además, otras dificultades relacionadas con el izquierdismo. No obstante, parece que el primer problema es reconocer que el izquierdismo supone en sí mismo un problema. No estamos habituados a pensar eso de alguien que pretende solucionar problemas. Pero es así, una persona que trata de solucionar un problema puede ser en sí misma un problema. Cuando se comprueba repetidas veces que lo que esa persona hace o bien empeora la situación o bien es totalmente inútil, es hora de analizar si esa persona es la adecuada para resolver dicho asunto.
A modo de capa de Photoshop o de velo semitranslúcido, la realidad del izquierdismo queda sutilmente oculta tras las apariencias. Sus “loables y nobles” intenciones conviven con lo que está en un segundo o tercer plano, el refuerzo del desarrollo de la sociedad que más ha amenazado la libertad y la naturaleza en la historia. Mi intención no es justificar el estado actual de las cosas y su desarrollo, por eso la razón de este escrito.
Conviene matizar además que quizá los problemas que se pretenden solucionar o bien no son tan importantes como se dice o bien no son un problema en absoluto o bien son irresolubles en el contexto de sociedad y mundo en el que vivimos. La importancia de muchos problemas sociales, ¿qué es comparada con la crisis que amenaza a todo el planeta? Las circunstancias políticas, las tradiciones de lucha o los intereses particulares pesan mucho más que un análisis mesurado que nos sitúe a los seres humanos en nuestro lugar en el planeta. Por otro lado, se suele presentar nuestra preferencia natural por atender a nuestros allegados de manera prioritaria hasta en los mínimos detalles como un problema de insolidaridad hacia los demás. La cuestión es que la solidaridad hacia los no allegados no forma parte de la expresión natural de humanidad sino sólo de ciertas etapas evolutivas de ciertas sociedades civilizadas. Volvemos al punto anterior, el interés de un sistema social concreto se impone sobre los intereses de los miembros que la componen y sobre las características del mundo que lo soportan. ¿Tan importante es? ¿Importante para quién? ¿Importante por encima de qué? Finalmente, un ejemplo de la tercera posibilidad enunciada antes (los problemas irresolubles) es la desigualdad. Hasta cierto punto y en cierto grado, todos los grupos humanos conocidos han presentado desigualdad de un tipo u otro. Y tiene seguramente un sentido funcional y necesario. Sin embargo, en sociedades civilizadas la evolución de la división social ha ido inevitablemente adquiriendo rasgos más opresivos y problemáticos. En ellas, la desigualdad es un rasgo sustancial imprescindible, sin el que la sociedad implosionaría en la disfuncionalidad. Sin embargo, al mismo tiempo, periódicamente puede producir diferentes clases de problemas según las envidias que se despierten o lo apretadas que vayan las tuercas de quienes la sufren. Se le podrá encontrar alivios pasajeros en esas circunstancias, pero la desigualdad no desaparecerá.
Se podría plantear una objeción a lo planteado hasta ahora: el hecho de que no es posible juzgar a los demás, meterse en su cabeza y saber sus intenciones básicas. Como problema empírico es una realidad, pero pasa en cualquier ámbito de la vida, no sólo en la política. El ser humano tiene una gran capacidad de interacción social, de modo que puede llegar a reconocer patrones de conducta, hábitos, creencias, mentiras, etc. en los demás. De hecho, hay quien defiende que esa es nuestra especialidad como animales. Aunque también es cierto que las personas pueden llegar al punto de estar engañándose a sí mismas, creyendo en algo que es falso sin saberlo. Esto es lo que ocurre con el izquierdismo: conscientemente un izquierdista típico justifica su actividad política mediante un discurso y unas justificaciones ideológicas, pero inconscientemente las causas de su conducta son otras diferentes. Es un hecho tan común entre los seres humanos que ciertas escuelas dentro de la antropología, la “ciencia que estudia la cultura humana”, hacen una distinción clara entre lo que la gente cree que guía sus actos y lo que un observador informado y objetivo (o varios observadores a lo largo del tiempo) descubre como las verdaderas causas de esos actos.
Es normal, entonces, que una persona involucrada en actividades izquierdistas tienda a pintarlas y describirlas de un modo positivo (“altruistas”, “solidarias”, “rebeldes”, “revolucionarias”, etc., según la corriente a la que pertenezca). Al estar implicada en ellas, no suele juzgarlas racionalmente. Pero esto no significa que otras personas no sean capaces de hacerlo. De hecho, ya se han publicado unos cuantos análisis interesantes sobre ello. Por tanto, no es imposible juzgar la conducta de los demás. Puede ser complicado, pero no imposible.
En cualquier caso, no es mi intención saber si una persona concreta es izquierdista o no, ni buscar culpables por buscar culpables, sino alentar a la reflexión sobre un problema tan importante como el izquierdismo. Quedarse en señalar individuos concretos sería una pérdida de tiempo.
Por último, existe un par de confusiones respecto al término izquierdista que conviene aclarar. Se ha confundido, a veces y en ciertos entornos, izquierdista con reformista. A veces pueden coincidir, se puede ser izquierdista y reformista a la vez. Pero, conviene no olvidar que hay una parte de los izquierdistas, y del izquierdismo, que se proclama revolucionaria, como se vio antes. Y es la parte del izquierdismo que crea un problema importante, confundir y anular a personas que desean sinceramente acabar con el sistema tecnoindustrial actual. Otra posible confusión consiste en equiparar izquierdista y progresista. De nuevo, es posible que haya muchos izquierdistas que se muestren partidarios del progreso; sin embargo, también los hay que critican el progreso (aunque luego sea para proponer otra clase de progreso, “alternativo”, “espiritual”, “moral”, más “humano”, etc.). Por tanto, ese no es un rasgo definitorio de los izquierdistas, a pesar de que sea un rasgo habitual entre ellos.

Algunas Conclusiones

Dar una solución a todos los problemas que trae consigo el izquierdismo no sólo implicaría desviar un montón de energía y tiempo de los asuntos más importantes, sino que probablemente sean irresolubles en su totalidad. Principalmente se trata de estar prevenido, estar al tanto de lo que supone el izquierdismo y no dejarse engañar y arrastrar por sus antiguas o novedosas versiones. El izquierdismo es periódicamente un aliento renovador para la sociedad tecnoindustrial de modo que refuerza los valores humanistas y civilizatorios. Teniendo en cuenta todo el deterioro y sometimiento de la naturaleza salvaje y la pérdida de la libertad individual que está sociedad ha causado y sigue causando, no es aceptable defender ideas o movimientos que la puedan renovar. Sobre todo cuando es la causante de la crisis ecológica planetaria que vivimos y enemiga irreconciliable de lo salvaje.
Sin embargo, como los problemas generados por el izquierdismo afectan a su vez al modo en que se podrían intentar resolver estos asuntos más importantes, es necesario e inevitable tomar una posición respecto al izquierdismo. La única postura sensata y práctica es la de su total rechazo. Lo primero a hacer es un trabajo individual de autoconocimiento, de reconocer lo propio en uno mismo, en la especie a la que pertenece y del mundo vivo del que procede, y al que uno debería rendir pleitesía. El izquierdismo, como una de las amalgamas ideológicas más influyentes en nuestros días, difunde unos valores contradictorios con la naturaleza humana y lo salvaje en general. La igualdad no se sostiene ante la desigualdad natural presente en cualquier grupo humano. La solidaridad más allá de los allegados es un forzamiento de los individuos en beneficio de un sistema cuyas grandes organizaciones tienden al control total de dichos individuos gracias al repertorio tecnológico. La felicidad o las recreaciones armoniosas de la vida que aquella incita chocan con la realidad de la vida que es lucha y conflicto, fracasos y, a veces, éxitos. El mundo al que pertenecemos como seres es salvaje y salvaje es nuestro fuero interno. Conocerlo es decisivo.
Mantener la influencia del izquierdismo a raya constituye un primer paso necesario, al que le han de seguir otros. Una vez asentado ese paso, lo siguiente es contribuir a construir un referente social no izquierdista que pueda aportar seriedad y un compromiso real en la lucha contra la sociedad tecnoindustrial. Un pilar básico en ello ha de ser el valor de la autonomía de lo salvaje. Seguramente no sea una tarea sencilla, pero sólo la conformidad es fácil en estos tiempos difíciles.