2 de diciembre de 2020

25 años después (I)

   La sociedad industrial y su futuro se publicó hace poco más de 25 años. Fue dado a conocer al público en septiembre de 1995 cuando un par de periódicos estadounidenses lo publicaron como un extenso artículo. Hay varios asuntos importantes que fueron expuestos en este manifiesto. A pesar del cuarto de siglo transcurrido, muchas de las descripciones dadas en sus 232 puntos son certeras hoy día. Llama mucho la atención cuán acertado fue caracterizar el izquierdismo como un síntoma de la locura de la sociedad actual. No solamente se trata de excentricidades o fanatismos presentes en las reivindicaciones izquierdistas, se trata de que un determinado conjunto de circunstancias conducen a problemas psicológicos de importancia. 

   “Los problemas del izquierdista son indicativos de los problemas de nuestra sociedad en su conjunto. La baja autoestima, las tendencias depresivas y el derrotismo no son sólo cosa de la izquierda.” 
La sociedad industrial y su futuro, Pág. 39. 

   “[…] consideramos la falta de oportunidades para experimentar apropiadamente el proceso de poder como la más importante de las condiciones anormales a las cuales la sociedad moderna somete a la gente. Pero no es la única.” 
La sociedad industrial y su futuro, Pág. 47. 

   En varios puntos del manifiesto, se describen los síntomas derivados de las perturbaciones del proceso de poder, incluso se presenta un diagrama ilustrativo. Por ahora, no entraremos a valorar si esas descripciones son correctas hoy día o si habría que matizarlas. Lo que aquí se quiere señalar es que los delirios del izquierdismo no surgen de la nada o por sí solos en el meollo de la vida social. Están alimentados y provocados por condiciones de vida cada vez más antinaturales. Además, el desarrollo de la tecnología en este inicio de siglo ha potenciado y generalizado su extensión a buena parte de las sociedades actuales. Las vidas acomodadas que gran parte de la población lleva en estas sociedades nos hacen proclives a caer en alguna forma de activismo social promocionada por la ideología dominante de nuestros días, la izquierdista. Esto quiere decir que, cuando nuestras necesidades están cubiertas sin mucho esfuerzo, recurrimos a lo que en La sociedad industrial y su futuro se denomina “actividades sustitutorias”, una de ellas puede ser “el activismo social cuando se centra en asuntos que no son importantes personalmente para el activista, como en el caso de los activistas blancos que trabajan a favor de los derechos de las minorías no blancas” (Pág. 43). Así hoy día nos seguimos encontrando activistas blancos en las movilizaciones de Black Lives Matter, hombres apoyando las movilizaciones feministas o personas heterosexuales apoyando las causas de las minorías con orientaciones sexuales diferentes. Las típicas causas de la “justicia social”, a las que hoy día no es moralmente aceptable criticar porque el izquierdismo es la ideología predominante del sistema, están plagadas de personas que no son víctimas ellas mismas de alguna de esas icónicas injusticias. Tal es el afán por estar en el meollo de esas causas que aparecen no pocos casos de personas haciéndose pasar por víctimas, cuando no lo son, a la búsqueda de las ventajas materiales o psicológicas que conlleva el estatus de víctima. Existen ya trabajos de investigación sobre este “victimismo virtuoso” y no sería de extrañar que cada vez reciba más atención. 
   Asimismo, en el activismo social aparecen prolíficamente personajes particularmente preocupados por el poder y el control del comportamiento de los demás. Algunos se conforman con pertenecer a un movimiento que logre el poder y el triunfo de la causa colectiva ya les satisface. Otros necesitan satisfacer su ansia de poder de manera más personal y alcanzar puestos elevados de estatus, el tipo de comportamientos de los que se advierte en La sociedad industrial y su futuro. Las actividades sustitutorias no siempre son puras, en el sentido de que pueden responder a varias causas, no sólo a una perturbación en el proceso de poder. La preocupación por la propia reputación, la pertenencia a un grupo o a una coalición, la necesidad de alcanzar un mayor estatus pueden llevar al postureo moral, la corrección política o a adscribirse a alguna causa izquierdista. De China ha llegado en los últimos años el término “Baizuo” para identificar a los izquierdistas occidentales preocupados por la corrección política y por aparentar una hipócrita solidaridad con ciertas causas sociales estandarizadas. 
   Fanáticos, verdaderos creyentes, oportunistas, embaucadores y víctimas oficialmente reconocidas por la ideología dominante de la sociedad se agrupan en las distintas causas del activismo social. Periódicamente se renueva el fervor por ellas y se convierten en un modo de desfogar la presión que nos impone la sociedad actual. En ciclos de ‘creciente indignación’-‘estallido’-‘alivio’, se reproducen los rasgos característicos del izquierdismo que el manifiesto de Unabomber supo plasmar. Y a pesar de ello, el manifiesto terminaba reconociendo una debilidad por no proporcionar una definición clara y precisa de “izquierdista” e “izquierdismo”. Las advertencias, no obstante, sobre la peligrosidad del izquierdismo siguen hoy plenamente vigentes.