La sociedad industrial y su futuro se publicó hace poco más de 25 años.
Fue dado a conocer al público en septiembre de 1995 cuando un par de periódicos
estadounidenses lo publicaron como un extenso artículo. Hay varios asuntos
importantes que fueron expuestos en este manifiesto. A pesar del cuarto de siglo
transcurrido, muchas de las descripciones dadas en sus 232 puntos son certeras
hoy día. Llama mucho la atención cuán acertado fue caracterizar el izquierdismo
como un síntoma de la locura de la sociedad actual. No solamente se trata de
excentricidades o fanatismos presentes en las reivindicaciones izquierdistas, se
trata de que un determinado conjunto de circunstancias conducen a problemas
psicológicos de importancia.
“Los problemas del izquierdista son indicativos de
los problemas de nuestra sociedad en su conjunto. La baja autoestima, las
tendencias depresivas y el derrotismo no son sólo cosa de la izquierda.”
La sociedad industrial y su futuro, Pág. 39.
“[…] consideramos la falta
de oportunidades para experimentar apropiadamente el proceso de poder como la
más importante de las condiciones anormales a las cuales la sociedad moderna
somete a la gente. Pero no es la única.”
La sociedad industrial y su futuro, Pág. 47.
En varios puntos del
manifiesto, se describen los síntomas derivados de las perturbaciones del
proceso de poder, incluso se presenta un diagrama ilustrativo. Por ahora, no
entraremos a valorar si esas descripciones son correctas hoy día o si habría que
matizarlas. Lo que aquí se quiere señalar es que los delirios del izquierdismo
no surgen de la nada o por sí solos en el meollo de la vida social. Están
alimentados y provocados por condiciones de vida cada vez más antinaturales.
Además, el desarrollo de la tecnología en este inicio de siglo ha potenciado y
generalizado su extensión a buena parte de las sociedades actuales. Las vidas
acomodadas que gran parte de la población lleva en estas sociedades nos hacen
proclives a caer en alguna forma de activismo social promocionada por la
ideología dominante de nuestros días, la izquierdista. Esto quiere decir que,
cuando nuestras necesidades están cubiertas sin mucho esfuerzo, recurrimos a lo
que en La sociedad industrial y su futuro se denomina “actividades
sustitutorias”, una de ellas puede ser “el activismo social cuando se centra en
asuntos que no son importantes personalmente para el activista, como en el caso
de los activistas blancos que trabajan a favor de los derechos de las minorías
no blancas” (Pág. 43). Así hoy día nos seguimos encontrando activistas blancos
en las movilizaciones de Black Lives Matter, hombres apoyando las
movilizaciones feministas o personas heterosexuales apoyando las causas de las
minorías con orientaciones sexuales diferentes. Las típicas causas de la
“justicia social”, a las que hoy día no es moralmente aceptable criticar porque
el izquierdismo es la ideología predominante del sistema, están plagadas de
personas que no son víctimas ellas mismas de alguna de esas icónicas
injusticias. Tal es el afán por estar en el meollo de esas causas que aparecen
no pocos casos de personas haciéndose pasar por víctimas, cuando no lo son, a la
búsqueda de las ventajas materiales o psicológicas que conlleva el estatus de
víctima. Existen ya trabajos de investigación sobre este “victimismo virtuoso” y
no sería de extrañar que cada vez reciba más atención.
Asimismo, en el activismo
social aparecen prolíficamente personajes particularmente preocupados por el
poder y el control del comportamiento de los demás. Algunos se conforman con
pertenecer a un movimiento que logre el poder y el triunfo de la causa colectiva
ya les satisface. Otros necesitan satisfacer su ansia de poder de manera más
personal y alcanzar puestos elevados de estatus, el tipo de comportamientos de
los que se advierte en La sociedad industrial y su futuro. Las
actividades sustitutorias no siempre son puras, en el sentido de que pueden
responder a varias causas, no sólo a una perturbación en el proceso de poder. La
preocupación por la propia reputación, la pertenencia a un grupo o a una
coalición, la necesidad de alcanzar un mayor estatus pueden llevar al postureo
moral, la corrección política o a adscribirse a alguna causa izquierdista. De
China ha llegado en los últimos años el término “Baizuo” para identificar a los
izquierdistas occidentales preocupados por la corrección política y por
aparentar una hipócrita solidaridad con ciertas causas sociales estandarizadas.
Fanáticos, verdaderos creyentes, oportunistas, embaucadores y víctimas
oficialmente reconocidas por la ideología dominante de la sociedad se agrupan en
las distintas causas del activismo social. Periódicamente se renueva el fervor
por ellas y se convierten en un modo de desfogar la presión que nos impone la
sociedad actual. En ciclos de ‘creciente indignación’-‘estallido’-‘alivio’, se
reproducen los rasgos característicos del izquierdismo que el manifiesto de
Unabomber supo plasmar. Y a pesar de ello, el manifiesto terminaba reconociendo
una debilidad por no proporcionar una definición clara y precisa de
“izquierdista” e “izquierdismo”. Las advertencias, no obstante, sobre la
peligrosidad del izquierdismo siguen hoy plenamente vigentes.