7 de enero de 2024

Las siete heridas ecológicas

 

En el mundo virtual, las últimas novedades, acontecimientos e iconos del momento concentran casi todas las atenciones. En particular, los asuntos políticos son objeto de recurrentes discusiones. Alimentadas por intereses no siempre claros, con ellas se recrean a diario viejas batallas en las que las turbas se alinean en sus correspondientes bandos, cada bando enarbolando sus nobles dogmas y lanzándose a la vorágine que los tiene entretenidos continuamente. Mientras, un sistema lo suficientemente flexible y versátil aprovecha esos barullos para imponer sus progresos de manera implacable. Tan cierto es que las batallas telemáticas absorben el tiempo y la atención de sus participantes, como que el mundo da pasos hacia situaciones de extrema gravedad y daños irreversibles. Pocos cuestionan y critican de verdad los axiomas de la fervorosa fe tecnológica, de modo que el progreso general del mencionado sistema es visto como la piedra angular de un nuevo mundo de bienes y felicidades. Lo peor de las batallas virtuales no es que sean posiblemente una pérdida de tiempo para sus participantes rasos, los cuales probablemente sólo buscan reconfortarse emocionalmente, sino todas las necesidades materiales y logísticas que la virtualidad o el mundo de las redes sociales telemáticas requiere. Los eslóganes, los mensajes más elaborados o las chorradas de turno son capaces de arrastrar la atención hacia aspectos coyunturales y secundarios (cuando menos), quedando lo importante desplazado ante tanta propaganda. Porque hay que tener en cuenta también que grandes organizaciones (y un elenco de pequeñas organizaciones satélites) están colocando su propaganda y orquestando esas batallitas virtuales para hacer prevalecer sus intereses por encima de todos los mindundis de Internet.

En las décadas recientes, las noticias se han hecho eco del estado preocupante en el que se encuentra el mundo natural. La publicación de estudios científicos llamando la atención sobre las tendencias que provoca el desarrollo de la sociedad ultratecnológica ha logrado hacerse un hueco entre los asuntos cotidianos. Aunque esto no significa que se haya llegado a comprender y, mucho menos, controlar ese mismo desarrollo (por razones que se han tratado en otras ocasiones).

Los problemas ecológicos se enfocan fundamentalmente según una premisa básica: que afecten de un modo u otro a los seres humanos. De no cumplirse esa condición, es muy probable que ese problema sea ignorado o que ni tan siquiera sea considerado problema. La aparición de una extraña enfermedad que deforma y seca los cultivos de árboles frutales es uno de esos casos que cumplen la condición básica. La aparición de una misteriosa avispa que tiene un voraz apetito por las abejas domésticas también. Una sequía o una borrasca más prolongada y potente de lo habitual que ocurre en una época del año inesperada encajan también en la manera en la que se expone lo que está ocurriendo en el mundo. En esta ocasión, aquí se va a reseñar una postura de atender los problemas ecológicos cuyo centro no es el ombligo humano.

Man swarm and the killing of wildlife, 2011
Dave Foreman, en su libro Man swarm and the killing of wildlife (algo así como El enjambre humano y la matanza de la vida salvaje) (Nota 1), explica que existen siete maneras en las que las sociedades humanas han herido al mundo salvaje y por qué éste debe seguir existiendo para sí mismo y por sí mismo y lo valioso que es esto. Esas siete heridas, son la matanza excesiva, la destrucción y domesticación de la naturaleza salvaje, la fragmentación de los ecosistemas salvajes, la alteración y el debilitamiento de los procesos ecológicos y evolutivos, la propagación de especies y enfermedades exóticas, el envenenamiento biocida de la tierra, el aire, el agua y la vida salvaje, y por último, el “enrarecimiento” global (o cambio climático y acidificación de los océanos).

  1. Matanza excesiva

Se ha traducido aquí “overkill” por matanza excesiva, a riesgo de dar a entender que Foreman estaba únicamente en contra de la sobreexplotación de la naturaleza y sabiendo que la idea que evoca “sobreexplotación” podría variar considerablemente en función de las necesidades humanas tomadas en cuenta. No obstante, Foreman no era un partidario de una explotación técnica o “racional” de la naturaleza de modo que pudiera continuar indefinidamente. Más bien, se oponía a ella porque había cuestiones previas por afrontar. Nos dejó escrito: «Históricamente, la caza ha causado la extinción, la desaparición local o la casi extinción de la vida salvaje, incluyendo a los antaño muy abundantes bisontes, palomas migratorias, aves limícolas, ballenas, bacalao, elefantes, tortugas marinas y muchos más. Dicha caza ha sido impulsada por la “necesidad” de carne y por los nuevos asentamientos y cultivos de las crecientes poblaciones humanas a lo ancho y largo del mundo.» (P. 52) «Incluso un pequeño grupo de chozas con herramientas parecidas a las de la Edad de Piedra pueden hacer desaparecer la fauna de mayor tamaño en una área protegida cercana. Dado que más bebés se convierten en más madres y padres, los cazadores van siempre más lejos con trampas, redes y viejas armas. Hay parques nacionales tropicales todavía llenos de enormes árboles nunca talados y pesadas lianas que están vacíos de grandes bestias salvajes debido a esta caza provocada por los crecientes embarazos humanos.» (P. 52)

  1. Destrucción y domesticación de la naturaleza salvaje

Para el caso de Estados Unidos, Foreman señala que ésta ha sido la manera más significativa de dañar la naturaleza. La explosión demográfica humana en los últimos tres siglos ha ido acompañada allí de la roturación de nuevas tierras de cultivo en áreas salvajes y del crecimiento urbano en sus distintas modalidades. Para darse ambas, la desaparición de los seres salvajes de esas tierras es un requisito. La extensión de la civilización lleva pareja la transformación radical de hábitats de innumerables especies de fauna y flora y su sustitución en algunos casos por suelos pavimentados y en otros por sucedáneos domesticados. En cada país y región del mundo, las fases de esta transformación han podido variar, intercalarse de diferentes maneras, pero el resultado en conjunto de todo este empuje civilizador es el mismo: la eliminación de la naturaleza salvaje.

  1. Fragmentación de los ecosistemas salvajes

Inexorablemente asociado al crecimiento poblacional humano, el desarrollo de vías de comunicación y transporte de materiales y energía parcela y divide ecosistemas causando muchas muertes de animales salvajes. Una vez consolidada esa división, los ecosistemas padecen graves consecuencias por las limitaciones que afectan a las poblaciones vegetales y animales que logran sobrevivir. Su distribución varía, su variabilidad genética se empobrece, sus rutas migratorias se ven bloqueadas, etc.

  1. Alteración y debilitamiento de los procesos ecológicos y evolutivos

El establecimiento de poblaciones humanas crecientes en un territorio dado ha resultado siempre en intentos de controlar o modificar procesos ecológicos como los incendios naturales, las inundaciones fluviales, la predación o la polinización. Esto provoca a su vez que las condiciones para la evolución natural se vean alteradas significativamente. Por ejemplo, la eliminación de grandes depredadores puede llegar a suprimir la regulación de arriba a abajo que éstos ejercen sobre las especies depredadas provocando graves cambios en todo el ecosistema.

  1. Propagación de especies y enfermedades exóticas

«Desde el comienzo del comercio a larga distancia, y probablemente antes, el Hombre ha llevado voluntaria e involuntariamente muchas clases de animales vertebrados e invertebrados, enfermedades de plantas y animales y trasladado vectores de enfermedad de los lugares donde habían evolucionado hacia nuevos hábitats. Allí, algunos crecen fácilmente en entornos perturbados por la desaparición de la vegetación autóctona donde ya no hay controles naturales y en esa situación superan a las especies autóctonas.» (P. 47)

«Más indios, más brasileños, más estadounidenses significa más barcos transportando porquerías de acá para allá y, con ellas, transportando más especies exóticas y enfermedades de un lado para otro.» (P. 58)

  1. Envenenamiento biocida de la tierra, el aire, el agua y la vida salvaje

Foreman cita al biólogo Daniel McKinley que en 1971 advertía: “Todos los animales crean desechos, pero sólo el hombre crea productos que la naturaleza no puede reclamar, y a tal ritmo que puede echar a perder el mundo antes de que éste se purifique a sí mismo.” (P. 58)

“Tanto como desearíamos librarnos de estas losas, debemos reconocer que cuantos más seamos, más contaminantes y venenos traeremos, que la industria química trabaja para cubrir la necesidad que conlleva el surtidor de bebés. Es difícil limpiar un desastre cuando aquellos que lo causan son más cada año, algunas veces duplicando su número cada poco tiempo.” (P. 59)

  1. “Enrarecimiento” global (o cambio climático y acidificación de los océanos)

Foreman pone énfasis en que el crecimiento disparado de la población humana de los últimos dos siglos es el causante último de la producción y generación ingente de gases de efecto invernadero.

“El resultado es que las soluciones para la contaminación por gases de efecto invernadero son todas técnicas y económicas. Pasar por alto la población como principal factor impulsor y la congelación y reducción de la población como principal solución es válido no sólo para la contaminación por gases de efecto invernadero, sino también para las siete heridas ecológicas.” (P. 61)

Foreman, fallecido en septiembre de 2022, era un conservacionista estadounidense claramente inclinado hacia una ética ecocéntrica, es decir, basada en la importancia que merecía la naturaleza salvaje, sus ecosistemas y sus habitantes. En Naturaleza Indómita tienen accesibles unos cuantos textos de él para acercarse a su ideario (al final de esta entrada hay una recopilación de enlaces). Muy a su pesar, Foreman ha visto en vida cómo se desviaban y tergiversaban dos de sus mayores aportaciones al conservacionismo: Earth First! y el rewilding. Hay un artículo bastante detallado en castellano sobre el caso de Earth First! titulado “De cómo la Tierra dejó de ser lo primero”. Los fundadores estadounidenses de aquel movimiento (Foreman entre ellos), que enfatizaron desde el principio las bases ecocéntricas de su actividad, favorecieron la entrada en él de muchas personas que suscribían superficialmente esas bases al tiempo que portaban ideas izquierdistas o neopaganas difícilmente compatibles con esas mismas bases. Inevitablemente, el choque de posturas afloró en poco tiempo y, tras muchas actividades notorias, una parte de los fundadores abandonó el movimiento, iniciando y dedicando su tiempo a otras iniciativas. En el caso del rewilding, hay una distancia considerable entre lo que ideó Foreman y lo que se ha puesto en marcha en Europa. La preocupación por los territorios salvajes y el consecuente intento de ponerlos a salvo de las heridas infligidas por el enjambre humano se han dejado de lado en favor de una visión de la naturaleza que es un nuevo caballo de Troya contra lo salvaje (como lo fue el concepto de “desarrollo sostenible” en su día). Kate McFarland ha expuesto en detalle las grandes diferencias existentes a la hora de entender el rewilding y cómo en Europa se ha tergiversado esa idea (Nota 2).

Más allá de las razones inmediatas por las que Earth First! o el rewilding en Europa se pervirtieron como proyectos (Nota 3), hay que procurar comprender también las razones profundas por las que es tan probable que cosas así acaben ocurriendo con el tiempo. En la sociedad tecnoindustrial toda propuesta para defender la naturaleza salvaje corre serio riesgo de cooptación (Nota 4). Las razones para ello tienen que ver con la propia idiosincrasia del sistema social humano actual que, visto en la perspectiva de la historia del Homo sapiens, puede calificarse apropiadamente con el adjetivo masivo. Masivo por lo inmensos que son los números de las poblaciones humanas hoy día, en total unos 8.000 millones -y creciendo. Este factor demográfico tiene unas consecuencias directas sobre la naturaleza salvaje, como Foreman describió con preocupación en múltiples ocasiones. Ahora bien, también tiene unas consecuencias indirectas sobre la propia sociedad que atañen a ese riesgo de cooptación. Así debe entenderse la aparición de personajes mezquinos que tergiversen una propuesta para defender la naturaleza salvaje (por ejemplo, demagogos o chiflados) o la corrompan en beneficio propio (por ejemplo, embaucadores o técnicos-expertos aspirantes a profesionalizarse u obtener mejores remuneraciones) o de otras causas diferentes (izquierdistas de todo pelaje). Asimismo, masivo en sus necesidades de recursos materiales y energía, los cuales proporcionan al sistema humano un poder nunca conocido por la naturaleza. Ese poder puede ser utilizado para superar dificultades de todo tipo y participa en todas las heridas ecológicas mencionadas anteriormente. La interacción con distintas partes infraestructurales y estructurales de este sistema humano tiene un efecto de arrastre en la dirección del masivo flujo de recursos materiales y energía. Ese efecto de arrastre no es algo solamente físico, sino que afecta a las tendencias culturales predominantes de la sociedad, las cuales se ven arrastradas a tratar, justificar, elogiar o temer por ese nuevo poder.

Por otro lado, los humanos no somos únicamente agentes racionales que analizan situaciones conflictivas y optan por embarcarse en la solución óptima al coste que sea. Ni siquiera somos receptivos a argumentaciones lógicas y racionales que contravengan algunos convencimientos profundos e intuitivos. Existen características en nuestra naturaleza, no elegidas y heredadas, que nos inclinan a ciertos comportamientos, a priorizar unas cosas sobre otras, independientemente de las causas, pasatiempos o hobbies que nos atraigan. Además, los sistemas sociales civilizados llevan cientos de años “aprendiendo” cómo manipular esas características en su beneficio, con mayor o menor éxito, y, en ellos, han emergido nuevas organizaciones mucho más poderosas que el humano común y corriente (y sus grupos de familiares y allegados), a las que éste debe someterse mientras le hacen creer que no es así (Nota 5). El contacto recurrente con esas partes infraestructurales y estructurales puede llevar a asumir, por ejemplo, que no queda más remedio que dedicarse a los cuidados paliativos de la naturaleza salvaje desde el propio sistema que la hiere. Dejó escrito un filósofo un aforismo que aquí es pertinente:

Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti.



 Nota 1: Dave Foreman, Man Swarm and the Killing of Wildlife. The Rewilding Institute y Raven’s Eye Press, 2011.

Nota 2: https://rewilding.org/take-back-rewilding-prologue/

Nota 3: Es sorprendente cómo se le puede llegar a dar la vuelta a una idea. El caso para el rewilding ibérico ahora resalta que pone a las personas en el centro, justamente una idea en las antípodas de lo que desarrolló Foreman.



Nota 4: Se usa aquí una acepción muy poco (o nada) utilizada en castellano derivada del término inglés “Co-optation”. Brevemente, consistiría en el proceso por el cual un grupo o comunidad que desafía el sistema social total o parcialmente es transformado de modo tal que acaba participando en el sistema de forma inocua, dejando a un lado su posición desafiante y no alcanzando cambio significativo en el sistema social. Raramente es un proceso planificado por los dirigentes políticos del sistema social, aunque pueden ser reconocibles diferentes fases o estados de ese proceso.

Nota 5: El cuarto principio y la asignación de culpas.


Algunos textos de Dave Foreman en castellano:

¿Población, opulencia o tecnología?

El mito del movimiento ecologista.

Algunas preguntas a Dave Foreman.

La auténtica idea de la Naturaleza salvaje.

¿Hacia dónde se dirige Earth First!?

El mito del paisaje precolombino humanizado.

Allá donde el hombre es un visitante.

¿De qué va realmente todo esto?/La gran miopía. 

La arrogancia de la elevación espiritual. 

El gen de la naturaleza salvaje. 

Preservar la experiencia de la naturaleza salvaje


3 de mayo de 2023

Aviso acerca de The Ted K Archive

Recientemente hemos tenido conocimiento de que un izquierdista pro-tecnología llamado Theo Slade ha creado un sitio web titulado “The Ted K Archive” para subir a Internet todos los escritos de Kaczynski, en contra de los deseos de éste y violando sus derechos de autor. Slade también pretende que ese sitio sirva de plataforma para criticar las ideas de Kaczynski y así apartar a otros individuos de la causa contra el sistema tecnoindustrial y a favor de la Naturaleza salvaje. Aunque Slade y sus colaboradores se han dirigido a varias comunidades online y personas que tienen alguna afinidad con las ideas de Kaczynski en un intento de solicitar su ayuda bajo el pretexto de crear un proyecto que podría ser beneficioso para el incipiente movimiento, no nos equivoquemos, sus acciones son engañosas y el grupo global detrás de dicho sitio web lo único que trata es de anular al naciente movimiento contra el sistema tecnoindustrial y a favor de la Naturaleza salvaje.
En la sección “About This Project” de su página web dejan claro que este sitio no es más que un miserable intento de perjudicar la causa contra el sistema tecnoindustrial y a favor de la Naturaleza salvaje:

“... esperamos que el sitio web pueda funcionar para atraer a personas con una política similar a la [de Kaczynski] y con similares problemas de salud mental, francamente”. Y que la cruda realidad del material de lectura de primera mano, la épica del material de lectura sugerido y los espacios de invitación al debate conectados a la página web tengan un efecto desprogramador y sean un apoyo para la salud mental”.

Y en cuanto a los colaboradores de Slade, parece que la mayoría también están a favor de la tecnología: “Nosotros, los bibliotecarios que compramos el dominio de esta página web, somos anarquistas pro-tecnología, sin embargo simplemente encontramos realmente interesantes la historia de su vida y su impacto”.

Aunque sus críticas a los escritos de Kaczynski son tan estúpidas que ni siquiera merece la pena rebatirlas (ya que cualquier persona razonablemente sensata e inteligente no se dejaría persuadir por los “argumentos” expuestos en ellas), el intento de estos izquierdistas de hacerse con el control de los escritos de Kaczynski (repetimos, expresamente en contra de los deseos de éste) es preocupante. Aquellos que deseen fomentar el crecimiento saludable del movimiento contra el sistema tecnoindustrial por amor a la Naturaleza salvaje deberían denunciar y repudiar ese proyecto y tomar medidas para evitar cualquier colaboración con él.

Firmado,
Fitch & Madison
Último Reducto
Naturaleza Indómita
Ediciones Isumatag


1 de marzo de 2022

25 años después (II)

En la entrada anterior repasamos algunos rasgos del izquierdismo señalados en La sociedad industrial y su futuro. Comentamos la falta de una definición clara y precisa de “izquierdismo” y cómo este manifiesto trataba de dar unos criterios de diagnóstico (página 152 y siguientes). Quizás, haya una razón fundamental por la que alcanzar esa definición no sea nada sencillo. La naturaleza proselitista del izquierdismo trata de alcanzar a la masa y para ello ha utilizado una gama de técnicas de infiltración y persuasión considerable. Un patrón habitual del izquierdismo ha sido acercarse a todo tipo de agrupaciones de la sociedad, desde las deportivas hasta las empresariales, integrándose en ellas y redirigiendo sus funciones y objetivos hacia aquellos que son los de su credo -o al menos compatibilizándolos. Así pues, si nos centrásemos en una asociación cualquiera que está en ese proceso de transformación, ¿cuándo sería apropiado catalogarla como izquierdista? Y si hay resistencias internas a ese cambio, ¿hasta qué punto se la puede considerar enteramente izquierdista? Es cierto que hay bastantes precedentes de toma de asociaciones y movimientos por los izquierdistas y no es extraño recelar de que, una vez se empieza ese camino, mal destino se alcanza. ¿Qué definición clara y precisa resiste las técnicas camaleónicas de aparentar no ser lo que se es? Para desgracia nuestra, como el izquierdismo es la ideología dominante, suele ser una obligación legal para todo tipo de asociaciones tragar con algún principio izquierdista y, por ello, el terreno de juego está mucho más claro.

Se ha dicho que el manifiesto, al insistir tanto en su crítica a las posiciones de izquierda, le hacía el juego a la derecha. Es normal que los izquierdistas se sientan atacados cuando lo leen porque cuestiona sus motivaciones y sus valores básicos. Sin embargo, la derecha tampoco sale bien parada al presentarla como una posición estúpida y contradictoria (p. 48 y siguientes). Hoy día, gran parte de lo que se denomina derecha es, a grandes rasgos y generalizando, una carcasa hueca, muy acicalada con campañas de marketing y propaganda con señuelos de los viejos valores “tradicionales” (sean cuales sean) y con ganchos provocadores para llamar la atención y aparentar reacciones a algunos planteamientos de la izquierda. Al ser una carcasa sin nada dentro más allá de la búsqueda del poder y cuatro tópicos, ha ido asumiendo o aceptando lentamente varias de las innovaciones que han ido trayendo las distintas oleadas del izquierdismo, al mismo tiempo que se oponían a alguna de las últimas modas de la izquierda. Una oposición sin mucha convicción o congruencia. Al fin y al cabo, la transformación de la sociedad producida por los cambios tecnológicos, demográficos, ecológicos y económicos acaba afectando y permeando todas las instituciones de la sociedad y sus justificaciones ideológicas. Algún derechista ya lo entendió hace pocas décadas y formuló su propia ley “inexorable”, la primera ley de O’Sullivan. Se enuncia así: “Toda organización que no sea realmente de derechas, acabará convirtiéndose con el tiempo en una organización de izquierdas”.

Además hay que añadir a todo esto que hoy se suele incluir en la derecha a posiciones de gente que se quedó varada y anclada en alguna oleada antigua de la izquierda, incapaces siquiera de comprender los disparates posmodernos de las nuevas modas izquierdistas. El oponerse a los desvaríos de las últimas tendencias del izquierdismo por supuesto que no convierte a nadie automáticamente en conservador, ni siquiera es algo que entre en contradicción con los valores nucleares del izquierdismo. Por decirlo en pocas palabras, la velocidad a la que se está transformando la sociedad no la pueden seguir muchas veces ni siquiera los que quieren que la sociedad avance y “progrese socialmente”. Esta transformación no está bajo el control de ninguna persona concreta -o grupo-, y mucho menos bajo el control de las personas comunes y corrientes. Además, no hay atisbos de que se vaya a detener en las próximas décadas, lo cual es un hecho muy preocupante. Surge por sí sola una cuestión que también tendría miga: ¿Qué es, en esencia, la derecha? Como ocurre con la izquierda, podrían determinarse algunos valores políticos y morales que surgen de una concepción, explícita o implícita, de la naturaleza humana. También, no sería muy complicado demostrar que los valores morales que se toman por referencia de la naturaleza humana son extrapolaciones erróneas o perversiones de valores morales que en ciertas circunstancias y en ciertos contextos los seres humanos hemos utilizado como guía. A los “dialécticos” derecha-izquierda les interesa plantear su confrontación político-moral en términos muy categóricos. Todo ello para favorecer sus juegos de poder.

Entre aquellas advertencias del manifiesto sobre el peligro del izquierdismo, hay una en particular sobre la que merece la pena detenerse. Dice así: “[los izquierdistas] usarán [la tecnología] para oprimir al resto de la gente si alguna vez logran hacerse con su control” (p. 145). En el momento en el que se escribió el manifiesto, los años inmediatamente posteriores a la caída de la Unión Soviética, era difícil imaginar la transformación de un país como China. Desde una perspectiva estadounidense, el temor a que el izquierdismo se hiciera con el control de su país era más factible a que una nación ya gobernada por un movimiento izquierdista se desarrollara tanto económica como tecnológicamente como para llegar a ser la primera potencia mundial. Así se entiende que en algún punto FC se decantara por pronosticar que el control sobre el comportamiento humano no sería introducido mediante una decisión calculada por las autoridades sino mediante un proceso rápido de evolución social (p. 108). Un gran poder político que sigue un credo político centrado en el control del comportamiento humano y alineado con grandes organizaciones tecnológicas ha impulsado un proceso de desarrollo que se retroalimenta: mayor poder tecnológico-mayor control sobre el comportamiento-mayor poder tecnológico-etcétera. El pronóstico de FC no contemplaba que pudieran darse varias vías hacia el control del comportamiento humano compitiendo entre sí, aunque también es verdad que asumía que podría haber más posibilidades en el futuro de las que se mencionaban en el manifiesto (p. 125).

Sea como sea, estamos inmersos en ese rápido proceso de evolución social hacia un mayor control del comportamiento humano y los escenarios sobre el futuro próximo planteados en el manifiesto nos sitúan ante dilemas totalmente actuales.

Es revelador plantearse cómo es posible que un ensayo escrito mucho antes de la gran eclosión de Internet, de los teléfonos inteligentes, de la inteligencia artificial, de tantas y tantas novedades tecnológicas que hoy caracterizan la vida actual continue planteando críticas tan incisivas sobre la tecnología. ¿Cómo puede ser que tecnologías vagamente imaginadas en las fechas en las que el manifiesto fue escrito se comporten con ciertas características intrínsecas allí descritas? ¿Qué fuerzas orientan a las sociedades hacia unas tendencias concretas? ¿Por qué ese recelo hacia los avances de la tecnología? Muy lejos quedan ya los días del primer Internet, en los que las promesas de libertad de expresión y acción eran omnipresentes, junto con la promesa de limitar el poder y sus excesos. O los días en los que las tecnologías de las energías renovables proporcionarían autonomía a las personas y a las pequeñas comunidades a la vez que no dañarían la naturaleza. En nuestros días, es fácil oír recelar de las grandes compañías tecnológicas y su poder. También es fácil escuchar quejas de los NIMBYs (Nota 1) sobre las tecnologías que explotan las energías renovables. “Renovables sí, pero no así”, claman. Lamentablemente, la hostia que se están dando muchos al caerse del guindo de las renovables no les dará para comprender que una sociedad de gran escala necesita una industria pesada para mantenerse, incluso con renovables. E inexorablemente e inevitablemente una sociedad de masas con tecnología avanzada es incompatible con un respeto real y verdadero de la naturaleza. De esto ya se publicaron algunas entradas en este blog, así que volvamos a cómo es posible que el manifiesto de Unabomber acertara con el carácter que tendrían los nuevos avances tecnológicos.

Darwin desconocía la existencia del ADN y las reglas concretas de la herencia biológica basada en genes. De hecho, planteó una teoría que explicaba cómo se transmitían los caracteres de una generación a otra, la teoría de la pangénesis. Tiempo después quedó claro que era una teoría equivocada y que debía descartarse. A pesar de ello, la evolución de las formas de vida mediante la selección natural era un fenómeno observable e inteligible sin tener idea de genética. Salvando las distancias, la evolución de la sociedad tecnológica también sigue patrones generales reconocibles incluso para personas que ignoren cómo se configura y funciona el último cachivache digital e “inteligente”. Muchas veces la preponderancia de lo inmediato y de lo novedoso ocultan las tendencias de largo recorrido. O como dice el dicho los árboles no dejan ver el bosque. La visión sobre la tecnología del manifiesto no es original (Nota 2). Contempla unos mecanismos de ordenación e integración en la sociedad que prevalecen sobre las formas de uso de las nuevas tecnologías. Se puede desconocer por completo cómo realizar una conexión a Internet través de un dispositivo concreto y, sin embargo, saber que los cambios que Internet provoca en la sociedad son ajustados a cierto tipo de funcionamiento general del sistema tecnológico y que esos cambios pueden tener además unas consecuencias inesperadas sobre toda la estructura social (desde los protocolos de seguridad laboral hasta la moral comúnmente aceptada).

Recientemente, un ilustre neurocientífico ha dado unas cuantas entrevistas en medios españoles (Nota 3). Se trata de Rafael Yuste, impulsor del proyecto Brain en Estados Unidos, un proyecto de investigación sobre el cerebro humano parecido al proyecto europeo del que hablamos en la entrada “¿Tenía Unabomber razón? (I)”. Repasando ahora esa entrada, vemos que los textos traducidos en ella del proyecto europeo han sido eliminados de la página web actual del proyecto y su presentación ahora es mucho más escueta. Sin embargo, los dilemas que traen estos desarrollos tecnocientíficos siguen siendo los mismos. Al leer las declaraciones de este neurocientífico, uno se da cuenta de que no es ningún estúpido y que es consciente de las graves repercusiones que los avances en su campo van a provocar en la humanidad. También se comprende que está vendiendo su proyecto exagerando ciertos logros, quizá buscando más financiación, quizá más estatus o quizá alguna otra motivación no tan “noble” como suelen albergar muchos científicos (Nota 4).

Los avances en neurociencia se promocionan con formulaciones “positivas” como “mejoramiento mental y cognitivo de la especie humana”, “tecnología aumentada”, “humanidad aumentada”, “humanidad mejorada”, etc. Junto con la promesa de curación de enfermedades del cerebro humano, viene la nueva corriente tecnófila transhumanista. Sin embargo, es tan obvio que todo esto trae unas consecuencias nefastas a muchos niveles que no les queda otra que inventarse un marco mental en el que todas esas nuevas tecnologías están bajo control, bajo un “buen” control. Hay que inventarse unos “neuroderechos” que protejan la privacidad mental, la identidad personal, el libre albedrío, etc. La trampa de los derechos humanos sigue funcionando: confiar en que el papel lo aguanta todo, por el bien de todos, mientras la realidad va por otro lado, lejos de idealismos hacia el definitivo sometimiento de las voluntades individuales. También se nos muestra un nuevo capote al que entrar: la “injusta” desigualdad que generaría que unos pudieran acceder a las tecnologías de mejoramiento y otros no. Está fuera de toda duda que hay muchísimas personas a las que les gusta que les toreen de esa manera. Leyendo La sociedad industrial y su futuro, se puede comprender que las partes “buenas” de esas tecnologías van indisociablemente unidas a sus partes malas, que, obviamente, no serán mencionadas en su publicidad (p. 87 y siguientes). Se puede comprender también que esos desarrollos tecnológicos son una tendencia más poderosa que el deseo de libertad (p. 89 y siguientes). También se puede comprender que no todo está dicho y es inequívoco, pero no por ello dejamos de estar en la encrucijada descrita en las páginas 112 y siguientes. Una encrucijada bien jodida.

NOTAS

Nota 1: NIMBY es un acrónimo inglés para “Not In My Back Yard”, que en castellano significa “No en mi patio trasero”. Se utiliza para identificar a las personas que se oponen a los desarrollos tecnológicos fundamentalmente porque están en las proximidades de sus casas y les causan molestias de algún tipo.

Nota 2: Véase «Postfacio al “Manifiesto”» de Ted Kaczynski, La sociedad industrial y su futuro, págs. 173-176.

Nota 3: Dos de ellas se pueden leer sin suscripción:

La ciencia ya lee tu cerebro, pronto desvelará hasta tu subconsciente”, XLSemanal, ABC, 19-12-2021.

Tener un sensor en la cabeza será de rigor en 10 años, igual que ahora todo el mundo tiene un teléfono inteligente”, El País, 5-1-2022.

Nota 4: Siempre hay que tener presente en estos casos este breve escrito, ¿Está el trabajo científico motivado principalmente por un deseo de hacer el bien a la humanidad? por Theodore J. Kaczynski.

14 de noviembre de 2021

Nueva reimpresión

La sociedad industrial y su futuro sigue recibiendo atención por parte de muchas personas; en concreto, la edición que realizamos hace más de diez años continúa siendo demandada. Desde aquí agradecemos la confianza dada a nuestra edición. Cualquiera con un ordenador sabe lo fácil que es acceder instantáneamente al manifiesto de Unabomber en alguna de sus versiones digitales. En cierto ambiente alternativo y de apariencia rebelde, son muy dados a reeditar este manifiesto a partir de la peor versión en español que conocemos, como ya indicamos aquí. Incluso hay una edición que al usuario julioruminawi le pareció apropiado identificarla como la de Isumatag. No deja de llamar la atención cómo recurrentemente en ciertos ambientes activistas izquierdistas se dan los mismos comportamientos; ajenos al desaliento, su compromiso con la cutrez y la chapucería permanece imperturbable. Paradójicamente, La sociedad industrial y su futuro proporciona las claves para entender ese tipo de comportamientos.





A pesar del cuarto de siglo transcurrido desde su primera publicación en inglés, este pequeño libro también nos facilita entender algunos eventos del presente. Terminó ayer en Glasgow otra conferencia sobre cambio climático de la ONU y lo que escribimos hace tiempo sigue siendo certero. Es un ejemplo de los temas sobre los que este manifiesto arroja reflexiones muy lúcidas.

Otro más es el asunto de la corrección política. En los centros neurálgicos de la sociedad tecnoindustrial, suelen darse los cambios culturales que luego, con retraso, llegan a las zonas colonizadas culturalmente por él. Este es el caso de España. La corrección política varía conforme cambian las características de las ideologías dominantes, que responden a su vez a las condiciones materiales de las sociedades. Si hace unas cuantas décadas, el catolicismo era la norma gracias al poder del Estado y la Iglesia, hoy las tornas han cambiado. La corrección política dominante ha pasado de ser la católica a la izquierdista. Los que antaño defendían la libertad de expresión, la justicia y otras “nobles causas” hoy comandan los aparatos de propaganda y deciden lo que es aceptable decir y lo que no. Este cambio en la corrección política no es sólo el fruto de las batallas políticas, donde unas veces gana un bando y otras veces gana otro bando. Este cambio involucra procesos de cambio de largo recorrido que vienen dándose en las sociedades tecnológicamente más desarrolladas, como trata de explicar La sociedad industrial y su futuro. Hoy día 14, termina el congreso “Corrección política: libertades en peligro”, promovido por organizaciones católicas y apoyado por la Iglesia y sus medios en España. Vivimos tiempos en los que se pueden observar las mutaciones que se producen al abandonar el poder y las que se producen al acceder a él. La Iglesia católica, una organización que ha sido capaz de metamorfosearse para estar cerca del poder durante siglos y ajustar su doctrina a los tiempos, ahora es víctima de uno de sus nietos. El socialismo fue su hijo bastardo y las corrientes izquierdistas que derivan de él hoy ayudan a consolidar la ideología predominante del sistema. Aún así, se presentan como una rebelión contra un sistema anterior injusto y autoritario, cuando ellas son parte del sistema, el célebre “mejor truco del sistema”. Que estos cambios en las corrientes políticas dominantes del momento se corresponden con cambios sociales profundos y de mayor largo plazo lo explican muy pocos libros. Y este, además, lo hace defendiendo la libertad propia de los Homo sapiens, y no ensoñaciones y chorradas religiosas.

2 de diciembre de 2020

25 años después (I)

   La sociedad industrial y su futuro se publicó hace poco más de 25 años. Fue dado a conocer al público en septiembre de 1995 cuando un par de periódicos estadounidenses lo publicaron como un extenso artículo. Hay varios asuntos importantes que fueron expuestos en este manifiesto. A pesar del cuarto de siglo transcurrido, muchas de las descripciones dadas en sus 232 puntos son certeras hoy día. Llama mucho la atención cuán acertado fue caracterizar el izquierdismo como un síntoma de la locura de la sociedad actual. No solamente se trata de excentricidades o fanatismos presentes en las reivindicaciones izquierdistas, se trata de que un determinado conjunto de circunstancias conducen a problemas psicológicos de importancia. 

   “Los problemas del izquierdista son indicativos de los problemas de nuestra sociedad en su conjunto. La baja autoestima, las tendencias depresivas y el derrotismo no son sólo cosa de la izquierda.” 
La sociedad industrial y su futuro, Pág. 39. 

   “[…] consideramos la falta de oportunidades para experimentar apropiadamente el proceso de poder como la más importante de las condiciones anormales a las cuales la sociedad moderna somete a la gente. Pero no es la única.” 
La sociedad industrial y su futuro, Pág. 47. 

   En varios puntos del manifiesto, se describen los síntomas derivados de las perturbaciones del proceso de poder, incluso se presenta un diagrama ilustrativo. Por ahora, no entraremos a valorar si esas descripciones son correctas hoy día o si habría que matizarlas. Lo que aquí se quiere señalar es que los delirios del izquierdismo no surgen de la nada o por sí solos en el meollo de la vida social. Están alimentados y provocados por condiciones de vida cada vez más antinaturales. Además, el desarrollo de la tecnología en este inicio de siglo ha potenciado y generalizado su extensión a buena parte de las sociedades actuales. Las vidas acomodadas que gran parte de la población lleva en estas sociedades nos hacen proclives a caer en alguna forma de activismo social promocionada por la ideología dominante de nuestros días, la izquierdista. Esto quiere decir que, cuando nuestras necesidades están cubiertas sin mucho esfuerzo, recurrimos a lo que en La sociedad industrial y su futuro se denomina “actividades sustitutorias”, una de ellas puede ser “el activismo social cuando se centra en asuntos que no son importantes personalmente para el activista, como en el caso de los activistas blancos que trabajan a favor de los derechos de las minorías no blancas” (Pág. 43). Así hoy día nos seguimos encontrando activistas blancos en las movilizaciones de Black Lives Matter, hombres apoyando las movilizaciones feministas o personas heterosexuales apoyando las causas de las minorías con orientaciones sexuales diferentes. Las típicas causas de la “justicia social”, a las que hoy día no es moralmente aceptable criticar porque el izquierdismo es la ideología predominante del sistema, están plagadas de personas que no son víctimas ellas mismas de alguna de esas icónicas injusticias. Tal es el afán por estar en el meollo de esas causas que aparecen no pocos casos de personas haciéndose pasar por víctimas, cuando no lo son, a la búsqueda de las ventajas materiales o psicológicas que conlleva el estatus de víctima. Existen ya trabajos de investigación sobre este “victimismo virtuoso” y no sería de extrañar que cada vez reciba más atención. 
   Asimismo, en el activismo social aparecen prolíficamente personajes particularmente preocupados por el poder y el control del comportamiento de los demás. Algunos se conforman con pertenecer a un movimiento que logre el poder y el triunfo de la causa colectiva ya les satisface. Otros necesitan satisfacer su ansia de poder de manera más personal y alcanzar puestos elevados de estatus, el tipo de comportamientos de los que se advierte en La sociedad industrial y su futuro. Las actividades sustitutorias no siempre son puras, en el sentido de que pueden responder a varias causas, no sólo a una perturbación en el proceso de poder. La preocupación por la propia reputación, la pertenencia a un grupo o a una coalición, la necesidad de alcanzar un mayor estatus pueden llevar al postureo moral, la corrección política o a adscribirse a alguna causa izquierdista. De China ha llegado en los últimos años el término “Baizuo” para identificar a los izquierdistas occidentales preocupados por la corrección política y por aparentar una hipócrita solidaridad con ciertas causas sociales estandarizadas. 
   Fanáticos, verdaderos creyentes, oportunistas, embaucadores y víctimas oficialmente reconocidas por la ideología dominante de la sociedad se agrupan en las distintas causas del activismo social. Periódicamente se renueva el fervor por ellas y se convierten en un modo de desfogar la presión que nos impone la sociedad actual. En ciclos de ‘creciente indignación’-‘estallido’-‘alivio’, se reproducen los rasgos característicos del izquierdismo que el manifiesto de Unabomber supo plasmar. Y a pesar de ello, el manifiesto terminaba reconociendo una debilidad por no proporcionar una definición clara y precisa de “izquierdista” e “izquierdismo”. Las advertencias, no obstante, sobre la peligrosidad del izquierdismo siguen hoy plenamente vigentes.

20 de noviembre de 2016

Izquierdismo: ¿Cuál es el Problema? (3ª parte)



Más dificultades

Existen, además, otras dificultades relacionadas con el izquierdismo. No obstante, parece que el primer problema es reconocer que el izquierdismo supone en sí mismo un problema. No estamos habituados a pensar eso de alguien que pretende solucionar problemas. Pero es así, una persona que trata de solucionar un problema puede ser en sí misma un problema. Cuando se comprueba repetidas veces que lo que esa persona hace o bien empeora la situación o bien es totalmente inútil, es hora de analizar si esa persona es la adecuada para resolver dicho asunto.
A modo de capa de Photoshop o de velo semitranslúcido, la realidad del izquierdismo queda sutilmente oculta tras las apariencias. Sus “loables y nobles” intenciones conviven con lo que está en un segundo o tercer plano, el refuerzo del desarrollo de la sociedad que más ha amenazado la libertad y la naturaleza en la historia. Mi intención no es justificar el estado actual de las cosas y su desarrollo, por eso la razón de este escrito.
Conviene matizar además que quizá los problemas que se pretenden solucionar o bien no son tan importantes como se dice o bien no son un problema en absoluto o bien son irresolubles en el contexto de sociedad y mundo en el que vivimos. La importancia de muchos problemas sociales, ¿qué es comparada con la crisis que amenaza a todo el planeta? Las circunstancias políticas, las tradiciones de lucha o los intereses particulares pesan mucho más que un análisis mesurado que nos sitúe a los seres humanos en nuestro lugar en el planeta. Por otro lado, se suele presentar nuestra preferencia natural por atender a nuestros allegados de manera prioritaria hasta en los mínimos detalles como un problema de insolidaridad hacia los demás. La cuestión es que la solidaridad hacia los no allegados no forma parte de la expresión natural de humanidad sino sólo de ciertas etapas evolutivas de ciertas sociedades civilizadas. Volvemos al punto anterior, el interés de un sistema social concreto se impone sobre los intereses de los miembros que la componen y sobre las características del mundo que lo soportan. ¿Tan importante es? ¿Importante para quién? ¿Importante por encima de qué? Finalmente, un ejemplo de la tercera posibilidad enunciada antes (los problemas irresolubles) es la desigualdad. Hasta cierto punto y en cierto grado, todos los grupos humanos conocidos han presentado desigualdad de un tipo u otro. Y tiene seguramente un sentido funcional y necesario. Sin embargo, en sociedades civilizadas la evolución de la división social ha ido inevitablemente adquiriendo rasgos más opresivos y problemáticos. En ellas, la desigualdad es un rasgo sustancial imprescindible, sin el que la sociedad implosionaría en la disfuncionalidad. Sin embargo, al mismo tiempo, periódicamente puede producir diferentes clases de problemas según las envidias que se despierten o lo apretadas que vayan las tuercas de quienes la sufren. Se le podrá encontrar alivios pasajeros en esas circunstancias, pero la desigualdad no desaparecerá.
Se podría plantear una objeción a lo planteado hasta ahora: el hecho de que no es posible juzgar a los demás, meterse en su cabeza y saber sus intenciones básicas. Como problema empírico es una realidad, pero pasa en cualquier ámbito de la vida, no sólo en la política. El ser humano tiene una gran capacidad de interacción social, de modo que puede llegar a reconocer patrones de conducta, hábitos, creencias, mentiras, etc. en los demás. De hecho, hay quien defiende que esa es nuestra especialidad como animales. Aunque también es cierto que las personas pueden llegar al punto de estar engañándose a sí mismas, creyendo en algo que es falso sin saberlo. Esto es lo que ocurre con el izquierdismo: conscientemente un izquierdista típico justifica su actividad política mediante un discurso y unas justificaciones ideológicas, pero inconscientemente las causas de su conducta son otras diferentes. Es un hecho tan común entre los seres humanos que ciertas escuelas dentro de la antropología, la “ciencia que estudia la cultura humana”, hacen una distinción clara entre lo que la gente cree que guía sus actos y lo que un observador informado y objetivo (o varios observadores a lo largo del tiempo) descubre como las verdaderas causas de esos actos.
Es normal, entonces, que una persona involucrada en actividades izquierdistas tienda a pintarlas y describirlas de un modo positivo (“altruistas”, “solidarias”, “rebeldes”, “revolucionarias”, etc., según la corriente a la que pertenezca). Al estar implicada en ellas, no suele juzgarlas racionalmente. Pero esto no significa que otras personas no sean capaces de hacerlo. De hecho, ya se han publicado unos cuantos análisis interesantes sobre ello. Por tanto, no es imposible juzgar la conducta de los demás. Puede ser complicado, pero no imposible.
En cualquier caso, no es mi intención saber si una persona concreta es izquierdista o no, ni buscar culpables por buscar culpables, sino alentar a la reflexión sobre un problema tan importante como el izquierdismo. Quedarse en señalar individuos concretos sería una pérdida de tiempo.
Por último, existe un par de confusiones respecto al término izquierdista que conviene aclarar. Se ha confundido, a veces y en ciertos entornos, izquierdista con reformista. A veces pueden coincidir, se puede ser izquierdista y reformista a la vez. Pero, conviene no olvidar que hay una parte de los izquierdistas, y del izquierdismo, que se proclama revolucionaria, como se vio antes. Y es la parte del izquierdismo que crea un problema importante, confundir y anular a personas que desean sinceramente acabar con el sistema tecnoindustrial actual. Otra posible confusión consiste en equiparar izquierdista y progresista. De nuevo, es posible que haya muchos izquierdistas que se muestren partidarios del progreso; sin embargo, también los hay que critican el progreso (aunque luego sea para proponer otra clase de progreso, “alternativo”, “espiritual”, “moral”, más “humano”, etc.). Por tanto, ese no es un rasgo definitorio de los izquierdistas, a pesar de que sea un rasgo habitual entre ellos.

Algunas Conclusiones

Dar una solución a todos los problemas que trae consigo el izquierdismo no sólo implicaría desviar un montón de energía y tiempo de los asuntos más importantes, sino que probablemente sean irresolubles en su totalidad. Principalmente se trata de estar prevenido, estar al tanto de lo que supone el izquierdismo y no dejarse engañar y arrastrar por sus antiguas o novedosas versiones. El izquierdismo es periódicamente un aliento renovador para la sociedad tecnoindustrial de modo que refuerza los valores humanistas y civilizatorios. Teniendo en cuenta todo el deterioro y sometimiento de la naturaleza salvaje y la pérdida de la libertad individual que está sociedad ha causado y sigue causando, no es aceptable defender ideas o movimientos que la puedan renovar. Sobre todo cuando es la causante de la crisis ecológica planetaria que vivimos y enemiga irreconciliable de lo salvaje.
Sin embargo, como los problemas generados por el izquierdismo afectan a su vez al modo en que se podrían intentar resolver estos asuntos más importantes, es necesario e inevitable tomar una posición respecto al izquierdismo. La única postura sensata y práctica es la de su total rechazo. Lo primero a hacer es un trabajo individual de autoconocimiento, de reconocer lo propio en uno mismo, en la especie a la que pertenece y del mundo vivo del que procede, y al que uno debería rendir pleitesía. El izquierdismo, como una de las amalgamas ideológicas más influyentes en nuestros días, difunde unos valores contradictorios con la naturaleza humana y lo salvaje en general. La igualdad no se sostiene ante la desigualdad natural presente en cualquier grupo humano. La solidaridad más allá de los allegados es un forzamiento de los individuos en beneficio de un sistema cuyas grandes organizaciones tienden al control total de dichos individuos gracias al repertorio tecnológico. La felicidad o las recreaciones armoniosas de la vida que aquella incita chocan con la realidad de la vida que es lucha y conflicto, fracasos y, a veces, éxitos. El mundo al que pertenecemos como seres es salvaje y salvaje es nuestro fuero interno. Conocerlo es decisivo.
Mantener la influencia del izquierdismo a raya constituye un primer paso necesario, al que le han de seguir otros. Una vez asentado ese paso, lo siguiente es contribuir a construir un referente social no izquierdista que pueda aportar seriedad y un compromiso real en la lucha contra la sociedad tecnoindustrial. Un pilar básico en ello ha de ser el valor de la autonomía de lo salvaje. Seguramente no sea una tarea sencilla, pero sólo la conformidad es fácil en estos tiempos difíciles.

18 de febrero de 2016

Izquierdismo: ¿Cuál es el Problema? (2ª parte)



Segundo problema: los fines personales marcan la pauta

El izquierdismo también se mantiene y desarrolla cuando las personas intentan solucionar sus problemas individuales mediante la actividad política. Detrás de una fachada de altruismo, generosidad y buena intención, encontramos que muchas personas se meten en actividades políticas porque no han podido experimentar el “proceso de poder” de un modo adecuado. Cuando esto ocurre, hay quienes encuentran satisfacción organizando actividades entretenidas o quienes encuentran satisfacción en acumular poder o reconocimiento. Esas actividades no necesariamente son eficaces respecto a los fines políticos declarados, pero entretienen; de ahí la proliferación de actos más propios de la animación sociocultural en las últimas décadas. Es cierto que crean adhesión y refuerzan el sentido de pertenencia a la corriente izquierdista de turno; sin embargo, son poco más que actividades sustitutorias.
No es difícil encontrar en las organizaciones e instituciones izquierdistas pruebas y comportamientos que desmienten una y otra vez sus anhelados fines políticos. No se trata solamente de que esos fines políticos puedan mejorar el sistema social actual, sino que, en muchas ocasiones, son irrealizables para los seres humanos. Al menos, para los seres humanos tal y como los conocemos hoy día. Si los Homo sapiens de hoy fuesen modificados en su naturaleza gracias a los avances tecnológicos, el cantar podría ser otro. El coste de avances similares ya los está sintiendo todo el planeta en la actualidad. En su empeño por alcanzar esos fines, no importa que la gente se tenga que adaptar a situaciones y modos de vida cada vez más artificiales. Esto no se puede considerar como algo positivo ni siquiera para los propios humanos. El alejamiento de la naturaleza salvaje, interna y externa a los individuos, no sale gratis. El fracaso a la hora de experimentar el “proceso de poder” es una prueba de ello.
Resumiendo, aunque muchos izquierdistas persiguen en el fondo fines personales (en el sentido de fines psicológicos propios) en sus actividades políticas, haciéndolo contribuyen a la búsqueda de unos fines políticos bastante peligrosos para la misma naturaleza humana. Dada su implicación personal en el asunto, muchas veces ellos no pueden ni siquiera plantearse el tema en una discusión racional, con lo que se cierra un posible camino para limitar el problema del izquierdismo.

Tercer problema: Identificación con la rebeldía

Existe otro problema al que conviene prestar atención. El izquierdismo, por su propio carácter sobresocializado, critica abundantemente la sociedad hasta el punto de acaparar toda la crítica, de acoger en su seno cualquier argumento que le sirva a la hora de quejarse de lo mal que va la sociedad. No suele tener mucha importancia si esa crítica es coherente y compatible en todas sus partes, lo importante es quejarse; el motivo concreto no parece ser muy relevante. De ahí, el énfasis que se da a la tolerancia de opiniones y a la pluralidad de posicionamientos (siempre que sean “críticos”, un eufemismo que cada corriente interpreta de una manera). Con esto no se quiere decir que dicha tolerancia exista y no se den dogmatismos, solamente se está señalando un mecanismo por el que el izquierdismo tiende a absorber aquellas posturas contrarias a algunos rasgos de la sociedad en la que vivimos.
De este modo, cuando las personas ven, reflexionan o sienten que esta sociedad tiene un carácter intrínsecamente malo, el único ‘sitio’ al que pueden acudir y, de hecho, acuden es al izquierdismo. Y el izquierdismo lo que hace es anular de diversas maneras esas ganas de desechar esta sociedad, canalizándolas en actividades políticas inútiles o transformándolas en una corriente de mejora de esa misma sociedad. La parte “radical”, “alternativa” o “revolucionaria” del izquierdismo no es una excepción a esto, sino un ejemplo. Esta parte se compone de distintas corrientes, pero siempre presentan la caracterización y los valores  izquierdistas mencionados al principio de este artículo. En España, tenemos a la vista distintos movimientos u organizaciones nacionalistas independentistas revolucionarias, anticapitalistas, sindicatos revolucionarios, organizaciones animalistas, ecologistas, antiautoritarias, antiindustriales, feministas radicales, y un largo etcétera. El lector, si se molesta, podrá observar en ellos los problemas que aquí se indican.
Esta parte “revolucionaria” del izquierdismo está muy lastrada por su tradición de “lucha contra la sociedad”. Las temáticas de su discurso suelen ser reduccionistas, centrándose en aspectos concretos de la sociedad dándoles una importancia que no tienen en la realidad, menospreciando y olvidando otros bastante más importantes. Si buscáramos el ejemplo más clásico de un discurso de este tipo, el de la llamada lucha de clases encajaría a la perfección en nuestra búsqueda. Esa tradición de lucha refleja también componentes irracionales del izquierdismo, que limitan la crítica interna. El relativismo y sus dogmas, el culto a la personalidad, a las organizaciones, al prestigio de ciertos militantes, a las autoridades intelectuales, etcétera, se utilizan muy bien para los fines personales de los que hablé en el punto anterior. Y es que la “revolución” del izquierdismo no se puede considerar loable, ni mucho menos algo deseable. Su función real en esta sociedad es la de ser un agujero negro donde se anulan las ganas de muchas personas de rebelarse verdaderamente contra esta sociedad.