Contemplando
los acontecimientos de los últimos años, uno no puede evitar recordar y exponer
uno de los principios de la historia que se presentan en El Manifiesto de Unabomber. En concreto, el cuarto principio dice
que “no se puede planificar teóricamente con antelación una nueva forma
de sociedad, luego establecerla y esperar que funcione tal y como había sido
planeado que lo hiciese” (Algunos principios acerca de la historia, La sociedad industrial y su futuro, Pág.
76). Estos principios se plantearon como reglas generales de cómo se desarrolla
una sociedad y por qué son inevitables consecuencias inesperadas en la
planificación social. Además, podemos añadirles conocimientos que señalan las
posibles consecuencias esperables, pero no tenidas en cuenta, del desarrollo de
una sociedad tecnoindustrial.
Encontramos una planificación teórica de una
nueva forma de sociedad, por ejemplo, en la constitución española de 1978. En
aquella época, se optó por vertebrar la sociedad en base a una idea extendida
entre los países del entorno: una democracia representativa por sufragio
universal y con separación de poderes. Cotejando la realidad con el 4º principio,
no sólo vemos que la sociedad no funciona como se había imaginado por aquel
entonces sino que ni siquiera las instituciones públicas funcionan como se
había planificado. Se habla mucho en los últimos años de la corrupción política,
pero se intuye que existe una “perversión” de las instituciones políticas planificadas
teóricamente para servir al “interés general de la sociedad”. Es cierto que
definir ese interés general es una cuestión compleja, más compleja cuanto más
compleja se hace la sociedad, en caso de poder realmente llegar a definirlo. A
lo que hace referencia esa “perversión” es a que, por diversos medios, intereses
particulares de ciertos grupos u organizaciones prevalecen sobre ese “interés
general”. Este hecho no sólo se deduce de actividades delictivas como tratos de
favor o tráfico de influencias desde cargos públicos sino que está presente en actividades legales de
las instituciones que rezuman clientelismo como, por ejemplo, la creación de
empresas públicas para adjudicar contratos evitando los concursos públicos y otras
prácticas que suelen aparecer incluso en los informes fiscalizadores de los consejos,
tribunales o sindicaturas de cuentas de las propias administraciones públicas. Los
partidos políticos que gobiernan esas instituciones son y han sido los
vehículos de esos intereses particulares. Lejos de mi intención está generar
preocupación por estas ineficiencias del sistema. No, no se trata de eso. Estos
hechos sirven para ilustrar cómo funciona una sociedad tecnoindustrial en determinadas condiciones. En ella
pueden darse clientelismo, corrupción, nepotismo, etc., cosas que la misma
sociedad trata de evitar porque la hacen gradualmente más ineficiente (por
supuesto, con el izquierdismo a la cabeza de las protestas). Sin embargo, la
clave está en las cuestiones de fondo como señalan el cuarto principio y otras
reglas generales presentadas en La
sociedad industrial y su futuro.
¿De quién es la culpa de esta situación? En
España, se ha extendido la opinión de que los políticos se han convertido en
uno de los principales problemas de la sociedad. Las raíces de este creciente desafecto
corren parejas a la crisis económica iniciada en 2007-2008. Los sentimientos de
indefensión e impotencia crecen entre la población al comprobar que sus intereses
están supeditados a intereses ajenos, lo cual retroalimenta otros problemas inherentes a la sociedad tecnoindustrial. Se está culpando a los políticos, a los
especuladores, a los banqueros, etc., pero esa asignación de culpas no se basa
en un conocimiento adecuado del funcionamiento de esta sociedad. Una misiva de
Ted Kaczynski nos pone en la pista de ese conocimiento:
“Por
lo tanto, la democracia no se ha convertido en el sistema político dominante
del mundo moderno porque alguien decidiera que necesitábamos un sistema de
gobierno más humano, sino a causa de un hecho “objetivo”, a saber, que, bajo
las condiciones creadas por la industrialización, los sistemas democráticos son
más vigorosos tecnológica y económicamente que otros sistemas. Ten esto
presente, mientras la tecnología continúe progresando, no hay ninguna garantía
de que la democracia representativa será siempre el sistema político mejor
adaptado para sobrevivir y extenderse. Es posible que la democracia sea
reemplazada por algún otro sistema político más exitoso. De hecho, podría
argumentarse que eso ya ha ocurrido. Podría mantenerse de forma plausible que,
a pesar de la continuación de formas democráticas como elecciones
razonablemente honestas, nuestra sociedad está gobernada en realidad por las
élites que controlan los medios de comunicación y dirigen los partidos
políticos. Las elecciones, podría afirmarse, han sido reducidas a contiendas
entre grupos rivales de propagandistas y publicistas.” [1]
Los
sistemas democráticos que hoy conocemos son fruto del desarrollo tecnológico, al
mismo tiempo que se ven afectados y caracterizados por el sistema tecnológico
que se ha ido constituyendo con el tiempo. Esto significa que el sistema
tecnológico es un condicionante clave tanto de la existencia de la democracia
como de su funcionamiento. Kaczynski habla en este párrafo de ‘élites’, pero es
más ilustrativa la expresión “grandes organizaciones” que utiliza en otras
ocasiones. Desgraciadamente, no se suele comprender el poder que tienen las
grandes organizaciones, por qué y cómo se gesta. Aunque se diga que es fruto de
la ambición, la avaricia u otras pasiones humanas, no se trata únicamente de
eso. Es muy habitual personificar las culpas, señalar al gobernante o al
responsable institucional de turno y dejar de lado análisis más complejos. Ante
la complejidad de los problemas, esa es una salida, pero desde luego no es la
salida correcta. Quienes culpan a "los poderosos" por la evolución de una sociedad están fallando a la hora de ver el fondo de la cuestión.
Las grandes organizaciones son entes impersonales y no pueden describirse adecuadamente como si fueran personas. No se comportan como tales, aunque se nutran de ellas. Las personas pasan, las organizaciones tienden a permanecer más tiempo. El comportamiento de las personas está muy influido por toda clase de sentimientos, las grandes organizaciones raramente son dadas a ello y no suelen apartarse de la búsqueda de sus intereses fríamente calculados. Son sistemas con dinámicas propias y su poder reside en cómo se relacionan con el sistema tecnológico:
“La
transferencia de poder de los individuos y de los pequeños grupos hacia las
grandes organizaciones es inevitable en una sociedad tecnológica por varias
razones, una de las cuales es que muchas operaciones esenciales en el
funcionamiento del sistema tecnológico sólo pueden llevarse a cabo por grandes
organizaciones.” [2]
Piense
el lector por un momento en esas operaciones esenciales, en la coordinación y
reglamentación requeridas de miles de personas adiestradas por largo tiempo, en
las dimensiones y complejidad de las industrias que lo mantienen todo. Añadido
a esto, hay que tener presente que la tendencia en un país industrializado que mantiene una
estabilidad jurisdiccional y territorial es la del aumento paulatino de
organizaciones gremiales, empresariales, sindicales, políticas, etc., que persiguen
sus intereses particulares. Estos colisionan entre ellos o simplemente incurren
en una competencia por ciertos recursos. Esa competencia alienta la adopción de
nuevos medios, sobre todo los tecnológicos, llegando a forzar tarde o temprano
las normativas vigentes o requiriendo nuevas regulaciones. Todo esto introduce
un dinamismo en la sociedad que convierte en efímero los intentos reformistas de
poner límites al desarrollo tecnológico para proteger la naturaleza (como ya
se trató aquí) o la libertad (muy pertinente es la lectura del apartado “La restricción de la libertad es inevitable en la sociedad
industrial” de La
sociedad industrial y su futuro).
A lo largo de este proceso de evolución social, no acaba de estar claro cuál es
su finalidad (¿a qué clase de perversa sociedad llegaremos?), pero la
degradación de la autonomía individual y de los pequeños grupos en los asuntos
relevantes de la vida es evidente.
A
la luz de esta realidad, la importancia de los acontecimientos actuales no
debería radicar en si las instituciones están perdiendo calidad o eficacia si
no, más bien, en los peligros inherentes al desarrollo de la sociedad
tecnoindustrial, independientemente de la ideología concreta que pueda
gobernarlas. Liberal, capitalista, conservadora, socialdemócrata, comunista o
indignada, no hacen gran diferencia en las cuestiones de fondo.
Notas:
[1]
“Letter to David Skrbina, October 12, 2004”, Technological Slavery, p. 285. Fragmento original: “Thus, democracy
has become the dominant political form of the modern world not because someone
decided that we needed a more humane form of government, but
because of an "objective" fact, namely, that under the conditions
created by industrialization, democratic systems are more vigorous technologically
and economically than other systems.
Bear
in mind that, as technology continues to progress, there is no guarantee that
representative democracy will always be the political form best adapted to
survive and propagate itself. Democracy may be replaced by some more successful
political system. In fact, it could be argued that this has
already happened. It could plausibly be maintained that, notwithstanding the
continuation of democratic forms such as reasonably honest elections, our
society is really governed by the elites that control the media and lead the
political parties. Elections, it might be claimed, have been reduced to contests
between rival groups of propagandists and image-makers.” Una simple búsqueda de información sobre
marketing político 2.0 apoya esta última afirmación. La llamada minería de
datos, el ‘big data’, el ‘microtargeting score’, las redes sociales y demás
herramientas informáticas de última generación, parece ser que han tenido un
papel determinante en las últimas elecciones estadounidenses:
“Everything We Know (So Far) About Obama’s Big DataTactics”
"Tracking Voters’ Clicks Online to Try to SwayThem"
"El arma total de Obama para vencer a Romney: un megacerebro informático quecontrola Facebook"
“Cómo ganó Obama”
"Tracking Voters’ Clicks Online to Try to SwayThem"
"El arma total de Obama para vencer a Romney: un megacerebro informático quecontrola Facebook"
“Cómo ganó Obama”
Todo esto nos devuelve
una vez más a un grave problema de nuestra avanzada y tecnológica sociedad: la extrema limitación de la
autonomía individual.
[2] “Letter to David Skrbina, March 17, 2005”,
Technological Slavery, p. 311. Fragmento
original: “The transfer of power from individuals
and small groups to large organizations is inevitable in a technological
society for several reasons, one of which is that many essential operations in
the functioning of the technological system can be carried out only by large organizations.”