Aunque el
término “Izquierda” se usa hoy día con mucha frecuencia en las discusiones
sobre política, el término “Izquierdismo” apenas se utiliza. Con frecuencia se
usan los dos términos sin saber claramente a lo que se refieren. Así, en muchas
ocasiones se puede plantear la duda de si tal organización o tal persona son de
izquierdas. Además de la ambigüedad en el uso de los términos, ocurre que según
los criterios que se usen alguien podrá ser de izquierdas unas veces y otras
no. Y para añadir más jaleo al asunto hay gente de izquierdas que dicen que no
son de izquierdas.
Por otro lado,
en una sociedad de masas las cuestiones políticas se tienen que tratar a un
nivel lo suficientemente simple como para que pueda ser comprendida por toda la
población (o su mayoría). Esto implica que los asuntos complejos son
simplificados hasta el punto que los representantes políticos parecen simples
manipuladores en busca del beneficio de su bando. Por eso, en estas
condiciones, un análisis crítico que afecte más a un bando siempre será
malinterpretado por alguna de las partes para usarlo a su favor en el juego
Derecha-Izquierda, aunque esa no sea su intención. Analizar el izquierdismo no
implica defender a la Derecha política, a pesar de que algunos lo vean así. El
enfoque de este artículo no seguirá en esa línea puesto que está en unas
coordenadas totalmente distintas y alejadas de las perspectivas dicotómicas de
la política convencional.
Este artículo
se centrará más en los conceptos que en los términos lingüísticos empleados
para designarlos. Es una cuestión de no perder el tiempo ni hacérselo perder al
lector.
Ser de Izquierdas y ser Izquierdista
Para empezar,
conviene aclarar lo que estos conceptos significan en este artículo y quedarse
con la idea de lo que se quiere decir antes que con el término o la etiqueta
que se le pone a cada concepto. Así pues, ¿qué es ser de izquierdas? Brevemente
se podría decir que es creer que la sociedad debe organizarse para cuidar de
todas las personas por igual, asegurarlas un mínimo bienestar y garantizarlas
que algunas de sus necesidades estén satisfechas. Por tanto, los ideales que
asume por lo general una persona de izquierdas son la igualdad, la solidaridad
más allá de los allegados y la felicidad. Claro, estos ideales pueden ser
entendidos de muy diversas maneras: dependiendo de a quiénes se quieran aplicar,
es decir, la escala a la que se desean implantar (regional, nacional, mundial,
universal), se obtiene una corriente de izquierdas u otra. Y lo mismo para las
distintas interpretaciones de “igualdad” o “felicidad”. La Izquierda se
caracteriza por una amplia pluralidad de corrientes. Quizá incluso pueda darse
el caso de que algunas corrientes estén enfrentadas irremediablemente (o eso
aparentan algunas veces). Antes se mencionó que había gente de izquierdas que
negaba pertenecer a la Izquierda, ejemplo de ello son la gran mayoría de los
anarquistas: tienen valores de izquierdas, pero aseguran no pertenecer a ella.
Por otro lado,
¿qué es ser izquierdista? Ser izquierdista no se va a usar como sinónimo completo
de ser de izquierdas. La razón es la siguiente: resulta de gran interés
distinguir entre los ideales y las actitudes psicológicas (y el comportamiento que
ellas inducen) porque nos señalan matices importantes que no deberían pasar
desapercibidos. Si bien no existe un rasgo psicológico definitorio de una
persona izquierdista, sí existen una serie de rasgos psicológicos que se dan
con una frecuencia notoria entre las personas izquierdistas, de modo que pueden
ser indicadores bastante fiables. No puede haber una fiabilidad total debido a
que el comportamiento humano es muy versátil y puede estar causado por
diferentes motivos. Por ejemplo, mientras que en una persona uno de esos rasgos
la conducen a ser izquierdista, otra puede serlo simplemente por imitación de
sus amigos (“como lo hacen los demás…”).
Considerándolo
como una categoría tipo, el izquierdista se caracteriza por tener unas actitudes
psicológicas concretas. Si uso izquierdista, que comparte raíz semántica con
Izquierda, es porque la mayoría de la gente de izquierdas presenta también esas
actitudes, aunque no sean comunes a todos. Es decir, ser de izquierdas y ser
izquierdista son características que vienen asociadas muy a menudo. Respecto a
la definición de izquierdista en la que cuenta la actitud psicológica, hay dos enfoques
a considerar. Uno, cómo desarrolla su vida una persona y dos, cómo la sociedad
influye sobre ella.
En la
actualidad, las personas que viven en la sociedad tecnoindustrial están
enfrentadas al hecho de la ausencia de metas significativas en sus vidas. Cuando
se oye hablar tanto de sensación de vacío, de malestar psicológico, de
depresiones y otros problemas psicológicos, resulta inevitable preguntarse qué
está ocurriendo. Hay que tener presente que esta sociedad ha permitido a las
personas realizar multitud de actividades que nunca antes los seres humanos
habían realizado. Y aun así, hay personas que se sienten vacías en sus vidas o
algo menos que inútiles. Muy posiblemente la clave se encuentre en el modo en
que esta sociedad obliga a vivir a la gente, entrometiéndose en aspectos
importantes de la vida humana. Los seres humanos, por naturaleza, buscan
alcanzar algunos objetivos vitales empleando cierta cantidad de esfuerzo y, en
mayor o menor grado, a su manera; es decir, con autonomía. Intentar alcanzar
esa clase de objetivos (objetivos que son importantes para su existencia como
conseguir alimento, un lugar donde vivir o un compañero sexual) esforzándose y
sintiéndose partícipe de cómo se alcanzan, le da aliciente a la vida; de hecho,
para muchos es la salsa de la vida. Pero ocurre que en esta sociedad o bien los
objetivos vitales significativos están asegurados con un esfuerzo mínimo o bien
se alcanzan siguiendo un proceso excesivamente pautado por reglamentaciones y
normas de todo tipo. (En algunos casos, algunos de esos objetivos son directamente
inalcanzables). El lector tendrá que disculpar la generalización, seguramente
no todo el mundo viva de esa manera, pero sí es cierto que la mayoría en esta
sociedad sí lo hace. Así es como una persona corriente se ve obligada a llevar
su vida: de un modo insatisfactorio respecto al proceso descrito antes,
denominado por algunos “proceso de poder” o “proceso de autonomía”. Ante esta
insatisfacción, se buscan todo tipo de actividades que entretengan, que den
sentido a la vida, que produzcan lo que esta vida se niega a darles. Así, la
gente es capaz de cualquier cosa con tal de huir del aburrimiento, del tedio;
bueno, en general, es capaz de hacer cualquier cosa con tal de obtener algo
significativo en su vida aunque no acaban de saber lo que buscan.
El segundo enfoque
trata sobre el modo en el que la sociedad influye y condiciona a las personas. Desde
hace tiempo, la sociedad viene incrementando su capacidad para influir en los
individuos. Diversas instituciones tienen como cometido conseguir que la gente
se comporte de un modo determinado para que participe de modo óptimo en el
funcionamiento de la sociedad tecnoindustrial. Es decir, se encargan de
socializar a los individuos para que puedan realizar lo mejor posible las
tareas que la sociedad, como sistema, “necesita” que se realicen. Estas
instituciones han alcanzado un gran control sobre lo que la gente puede llegar
a pensar y a hacer. En algunos casos, las personas llegan a asimilar en lo más
profundo de su ser lo que la sociedad les ha “enseñado”. Los valores de la
sociedad quedan así bien inculcados en el proceso de socialización.
Pues bien,
teniendo en cuenta todo esto, llegamos al hecho de que una persona izquierdista
puede ser caracterizada por un alto grado de socialización, es decir, ha
asumido hondamente los valores de la sociedad (igualdad, solidaridad a gran
escala, etc.). Y dado que su vida sería insatisfactoria respecto al proceso de
poder, es decir, no tendría unos objetivos significativos por los que
esforzarse de una manera que pueda considerar suya, esa persona utilizaría la
política como campo en el que buscar algo que apague su insatisfacción. El
resultado, por lo común, suele ser que utiliza los valores de la sociedad para
criticar a la misma sociedad. Esto significa criticar a la sociedad por su mal
funcionamiento, significa buscar las contradicciones que la sociedad tiene entre
sus valores declarados y su funcionamiento, significa llevar una lucha política
que, en el fondo, trata de mejorar el funcionamiento de la sociedad.
Finalmente, bajo
estos enfoques, el izquierdismo sería a la Izquierda lo que izquierdista es a
ser de izquierdas. No serían totalmente lo mismo, pero casi. El izquierdismo no
sólo es ideología (un sistema de ideas de izquierdas en su mayoría) sino que se
caracteriza también por unas actitudes psicológicas que le inclinan hacia esas
ideas. Desde hace décadas, la tendencia del izquierdismo es a ser el componente
social más preponderante, en cuanto a ideología y en cuanto a actividades. Se
podrá decir que la Derecha todavía tiene mucha fuerza y relevancia social,
pero, como ha apuntado algún observador, desde hace tiempo la derecha está
“jugando” al juego cuyas reglas las marca el izquierdismo. Los temas de la
agenda política actual son en su mayoría temas que fija la Izquierda. La
Derecha está a la defensiva e, ideológicamente al menos, rezagada. Algunos
ejemplos de esos temas son el matrimonio entre homosexuales, el aborto, los
servicios sociales, la igualdad de géneros, etc. La rapidez con la que se ha
producido este cambio es una muestra más de los cambios vertiginosos que se
están dando en la sociedad tecnoindustrial (crecimiento poblacional, concentración
en grandes núcleos de población, desarrollo de todo tipo de infraestructuras y
tecnologías, intentos cada vez más numerosos de gestión de la naturaleza, etc.).
Unos cambios que parece que no se detendrán en las próximas décadas y que
amenazan la libertad humana y la naturaleza salvaje de una manera nunca antes
conocida.
A esta
definición de izquierdista se le podría objetar que no es posible meterse dentro
de la cabeza de la gente, saber lo que piensa y lo que la guía. Desde luego es
un tema difícil, con bastantes dificultades empíricas. Pero, después de haber
observado durante años al izquierdismo, incluso haber participado en él, sí que
me atrevo a describir la psicología que se encuentra detrás de patrones de
conducta recurrentes, que se han dado en diferentes lugares y momentos en las
últimas décadas. Existe un vínculo entre psicología izquierdista e ideología de
izquierdas, de ahí que en diferentes lugares y momentos donde aparecen unas
actitudes psicológicas determinadas se suelan dar unas actividades políticas
concretas. Con todos los matices que se quiera, pero existe una correlación
entre un fenómeno y otro. No reconocerla seguramente signifique ignorar uno de
los más característicos problemas de la sociedad tecnoindustrial. Desconozco si
el problema tiene solución (tampoco digo que sea un problema prioritario) pero,
si ni siquiera se reconoce, difícilmente se podrá solucionar y, peor aún,
seguirá entorpeciendo la resolución de los problemas verdaderamente importantes.
Primer problema: los fines políticos acaban por reforzar el
desarrollo de la sociedad
El ideal de
una sociedad igualitaria y solidaria en la que todo el mundo tuviese la
posibilidad de ser feliz, inspira al izquierdismo. Pero estos ideales, estos
fines políticos cumplen, inconscientemente o no, un papel en el presente. Y no
es precisamente acercarse a ese futuro “idílico”. De hecho, la sociedad
tecnoindustrial es una herramienta muy eficaz para considerar y probar esos
fines izquierdistas. Fijémonos bien que valores como la igualdad y la
solidaridad a gran escala lo que hacen es optimizar el funcionamiento de esta
sociedad. Evitando que las personas sean discriminadas por su sexo, su raza, su
etnia, su nacionalidad, etc., se consigue disponer de la potencialidad de
personas válidas para desarrollar las tareas necesarias dentro de la sociedad
actual. Si existiera alguna de esas discriminaciones o prejuicios, ese
potencial se perdería, se desaprovecharía. Lo mismo ocurre con la solidaridad. El
izquierdismo potencia una solidaridad extensiva en contra muchas veces de la
solidaridad natural que se da entre los seres humanos, aquella dirigida hacia familiares
y allegados. El nepotismo (favorecer a los parientes) ahora se considera más un
problema que algo positivo o normal, dado que es un trato discriminatorio,
contrario a criterios de eficiencia o mérito que deberían predominar en un
sistema social en funcionamiento óptimo. Se necesita que la solidaridad vaya
más allá de los grupos pequeños y se extienda a toda la sociedad para que la
cooperación entre las distintas partes de la sociedad funcione mejor. En una
sociedad muy especializada como ésta, unos dependen de otros para vivir, si no
cooperasen sería una catástrofe. Por eso, alentarles a cooperar puede mejorar
el funcionamiento de la sociedad.
Como se viene
diciendo en esta revista,
el desarrollo y el funcionamiento de la sociedad tecnoindustrial suponen el
impedimento de la libertad humana y de la autonomía de lo salvaje. Así que el
izquierdismo, bajo su apariencia de bienintencionado, lo que provoca es un
empeoramiento de la situación cuando persigue esos fines políticos. Seguramente,
agrave los problemas psicológicos que ya tiene la gente cuando consiga asegurar
a todo el mundo un bienestar o una felicidad básica. Como ya se dijo antes, las
personas lo que necesitan es hacer cosas importantes para su vida por sí
mismas, experimentar su propia valía en las actividades significativas de la
vida. Y seguramente también, la solución a esos problemas psicológicos se
busque en nuevos desarrollos tecnológicos, como nuevos medicamentos o nuevas
tecnologías médicas que “solucionen” los problemas, es decir, terminen solamente
con sus síntomas o los enmascaren.