Más dificultades
Existen,
además, otras dificultades relacionadas con el izquierdismo. No obstante,
parece que el primer problema es reconocer que el izquierdismo supone en sí
mismo un problema. No estamos habituados a pensar eso de alguien que pretende solucionar
problemas. Pero es así, una persona
que trata de solucionar un problema puede ser en sí misma un problema. Cuando
se comprueba repetidas veces que lo que esa persona hace o bien empeora la
situación o bien es totalmente inútil, es hora de analizar si esa persona es la
adecuada para resolver dicho asunto.
A modo de capa
de Photoshop o de velo semitranslúcido, la realidad del izquierdismo queda
sutilmente oculta tras las apariencias. Sus “loables y nobles” intenciones
conviven con lo que está en un segundo o tercer plano, el refuerzo del
desarrollo de la sociedad que más ha amenazado la libertad y la naturaleza en
la historia. Mi intención no es justificar el estado actual de las cosas y su
desarrollo, por eso la razón de este escrito.
Conviene
matizar además que quizá los problemas que se pretenden solucionar o bien no
son tan importantes como se dice o bien no son un problema en absoluto o bien
son irresolubles en el contexto de sociedad y mundo en el que vivimos. La
importancia de muchos problemas sociales, ¿qué es comparada con la crisis que
amenaza a todo el planeta? Las circunstancias políticas, las tradiciones de
lucha o los intereses particulares pesan mucho más que un análisis mesurado que
nos sitúe a los seres humanos en nuestro lugar en el planeta. Por otro lado, se
suele presentar nuestra preferencia natural por atender a nuestros allegados de
manera prioritaria hasta en los mínimos detalles como un problema de
insolidaridad hacia los demás. La cuestión es que la solidaridad hacia los no
allegados no forma parte de la expresión natural de humanidad sino sólo de
ciertas etapas evolutivas de ciertas sociedades civilizadas. Volvemos al punto
anterior, el interés de un sistema social concreto se impone sobre los intereses
de los miembros que la componen y sobre las características del mundo que lo
soportan. ¿Tan importante es? ¿Importante para quién? ¿Importante por encima de
qué? Finalmente, un ejemplo de la tercera posibilidad enunciada antes (los
problemas irresolubles) es la desigualdad. Hasta cierto punto y en cierto
grado, todos los grupos humanos conocidos han presentado desigualdad de un tipo
u otro. Y tiene seguramente un sentido funcional y necesario. Sin embargo, en
sociedades civilizadas la evolución de la división social ha ido inevitablemente
adquiriendo rasgos más opresivos y problemáticos. En ellas, la desigualdad es
un rasgo sustancial imprescindible, sin el que la sociedad implosionaría en la
disfuncionalidad. Sin embargo, al mismo tiempo, periódicamente puede producir
diferentes clases de problemas según las envidias que se despierten o lo
apretadas que vayan las tuercas de quienes la sufren. Se le podrá encontrar
alivios pasajeros en esas circunstancias, pero la desigualdad no desaparecerá.
Se podría
plantear una objeción a lo planteado hasta ahora: el hecho de que no es posible
juzgar a los demás, meterse en su cabeza y saber sus intenciones básicas. Como
problema empírico es una realidad, pero pasa en cualquier ámbito de la vida, no
sólo en la política. El ser humano tiene una gran capacidad de interacción
social, de modo que puede llegar a reconocer patrones de conducta, hábitos,
creencias, mentiras, etc. en los demás. De hecho, hay quien defiende que esa es
nuestra especialidad como animales. Aunque también es cierto que las personas
pueden llegar al punto de estar engañándose a sí mismas, creyendo en algo que
es falso sin saberlo. Esto es lo que ocurre con el izquierdismo:
conscientemente un izquierdista típico justifica su actividad política mediante
un discurso y unas justificaciones ideológicas, pero inconscientemente las causas de su conducta son otras diferentes.
Es un hecho tan común entre los seres humanos que ciertas escuelas dentro de la
antropología, la “ciencia que estudia la cultura humana”, hacen una distinción
clara entre lo que la gente cree que guía sus actos y lo que un observador
informado y objetivo (o varios observadores a lo largo del tiempo) descubre
como las verdaderas causas de esos actos.
Es normal,
entonces, que una persona involucrada en actividades izquierdistas tienda a
pintarlas y describirlas de un modo positivo (“altruistas”, “solidarias”, “rebeldes”,
“revolucionarias”, etc., según la corriente a la que pertenezca). Al estar
implicada en ellas, no suele juzgarlas racionalmente. Pero esto no significa
que otras personas no sean capaces de hacerlo. De hecho, ya se han publicado unos
cuantos análisis interesantes sobre ello. Por tanto, no es imposible juzgar la
conducta de los demás. Puede ser complicado, pero no imposible.
En cualquier
caso, no es mi intención saber si una persona concreta es izquierdista o no, ni
buscar culpables por buscar culpables, sino alentar a la reflexión sobre un problema
tan importante como el izquierdismo. Quedarse en señalar individuos concretos
sería una pérdida de tiempo.
Por último, existe
un par de confusiones respecto al término izquierdista que conviene aclarar. Se
ha confundido, a veces y en ciertos entornos, izquierdista con reformista. A
veces pueden coincidir, se puede ser izquierdista y reformista a la vez. Pero,
conviene no olvidar que hay una parte de los izquierdistas, y del izquierdismo,
que se proclama revolucionaria, como se vio antes. Y es la parte del
izquierdismo que crea un problema importante, confundir y anular a personas que
desean sinceramente acabar con el sistema tecnoindustrial actual. Otra posible
confusión consiste en equiparar izquierdista y progresista. De nuevo, es
posible que haya muchos izquierdistas que se muestren partidarios del progreso;
sin embargo, también los hay que critican el progreso (aunque luego sea para
proponer otra clase de progreso, “alternativo”, “espiritual”, “moral”, más
“humano”, etc.). Por tanto, ese no es un rasgo definitorio de los izquierdistas,
a pesar de que sea un rasgo habitual entre ellos.
Algunas Conclusiones
Dar una
solución a todos los problemas que trae consigo el izquierdismo no sólo
implicaría desviar un montón de energía y tiempo de los asuntos más
importantes, sino que probablemente sean irresolubles en su totalidad. Principalmente
se trata de estar prevenido, estar al tanto de lo que supone el izquierdismo y
no dejarse engañar y arrastrar por sus antiguas o novedosas versiones. El
izquierdismo es periódicamente un aliento renovador para la sociedad
tecnoindustrial de modo que refuerza los valores humanistas y civilizatorios.
Teniendo en cuenta todo el deterioro y sometimiento de la naturaleza salvaje y
la pérdida de la libertad individual que está sociedad ha causado y sigue
causando, no es aceptable defender ideas o movimientos que la puedan renovar. Sobre
todo cuando es la causante de la crisis ecológica planetaria que vivimos y enemiga irreconciliable de lo salvaje.
Sin embargo,
como los problemas generados por el izquierdismo afectan a su vez al modo en
que se podrían intentar resolver estos asuntos más importantes, es necesario e
inevitable tomar una posición respecto al izquierdismo. La única postura
sensata y práctica es la de su total rechazo. Lo primero a hacer es un trabajo
individual de autoconocimiento, de reconocer lo propio en uno mismo, en la
especie a la que pertenece y del mundo vivo del que procede, y al que uno
debería rendir pleitesía. El izquierdismo, como una de las amalgamas
ideológicas más influyentes en nuestros días, difunde unos valores contradictorios
con la naturaleza humana y lo salvaje en general. La igualdad no se sostiene
ante la desigualdad natural presente en cualquier grupo humano. La solidaridad
más allá de los allegados es un forzamiento de los individuos en beneficio de
un sistema cuyas grandes organizaciones tienden al control total de dichos
individuos gracias al repertorio tecnológico. La felicidad o las recreaciones
armoniosas de la vida que aquella incita chocan con la realidad de la vida que
es lucha y conflicto, fracasos y, a veces, éxitos. El mundo al que pertenecemos
como seres es salvaje y salvaje es nuestro fuero interno. Conocerlo es
decisivo.
Mantener la influencia
del izquierdismo a raya constituye un primer paso necesario, al que le han de
seguir otros. Una vez asentado ese paso, lo siguiente es contribuir a construir
un referente social no izquierdista que pueda aportar seriedad y un compromiso
real en la lucha contra la sociedad tecnoindustrial. Un pilar básico en ello ha
de ser el valor de la autonomía de lo salvaje. Seguramente no sea una tarea sencilla, pero
sólo la conformidad es fácil en estos tiempos difíciles.